Dos artistas, pero también dos artesanos, Raquel Vidal y Pedro Paz, han hecho de un antiguo lavadero de coches automático -el primero de València- un laboratorio para la creación a los pies de la Calle Puerto Rico. Un lugar abierto e híbrido diseñado para la experimentación, para reflexionar en torno a la cerámica y la joyería. 

Siguiendo la máxima de que los nuevos nuevos parten de espacios antiguos, Raquel y Pedro decidieron que su entrada con ‘canoa’ no debía borrar el rastro del viejo lavadero, sino que le rendirían pleitesía, dejarían al descubierto su pasado. Una manera respetuosa de añadir capas a la historia sin ocultar lo que hubo antes. Su proceso, como ellos insisten, es lento, pero está lleno de torbellinos. Sus materias primas fundamentales son el barro y el metal. 

La vinculación entre joyería y cerámica no es casual ni producto de una suma de intereses. Se debe a un ‘matrimonio’ fundacional, uno de los diálogos más habituales durante la historia de nuestras sociedades. La manera, manifiestan, “de comprender a nuestros antepasados, de acercarnos a ellos, de experimentar de forma más cercana, cómo sentían los materiales y las formas”.

Aunque ella es de Almería y él de Galicia -antípodas invertidas-, encontraron en València un buen recipiente desde donde hacer crecer su plan, tan hecho a mano.

Canoa Lab
Canoa Lab